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jueves, 23 de octubre de 2008

El regreso de Gendarmería

El regreso de Gendarmería



Volvió a custodiar el lugar donde viven 12 mil personas. Peleas de bandas y vida cotidiana en un barrio humilde vecino de la clase alta.







Barrio humilde. En villa La Cava viven 46 mil personas. Muchas de ellas son la mano de obra de las clases altas vecinas.



Reclaman ser tenidos en cuenta como ciudadanos de San Isidro. Y también exigen seguridad. Quieren a la Gendarmería –que ahora volvió a recorrer sus entrañas– igual que sus vecinos de clase media y alta. Los habitantes de la villa La Cava dicen que son víctimas de la delincuencia como todo el mundo, pero que nadie los escucha. El triángulo se completa con el poder político, que decidió el retorno de los uniformes verdes sin hacer explícita su desconfianza hacia la policía bonaerense -y sus vínculos de siempre con el delito en el conurbano-.



“Exigimos que nos cuiden como vecinos de San Isidro. Estamos en desacuerdo con que digan que esto es un aguantadero, como si La Cava fuera la culpable de todos los delitos. Queremos seguridad hacia adentro, seguridad para todos”, reclama Pablo Miño, que vive en La Cava e integra la ONG Unión y Amistad de San Isidro. “El intendente nunca viene. Los políticos sólo se acercan en épocas electorales”, agrega mientras camina por las laberínticas callecitas de la villa, por las que sólo se puede ir a pie, pisando baldosas estampadas con el nombre de Melchor Posse, padre del actual intendente de San Isidro, Gustavo Posse.



El mismo día del asesinato del ingeniero se levantó el último de los 10 puestos de Gendarmería que custodiaban la villa, por decisión de Aníbal Fernández. Pero tras el reclamo de los vecinos y del intendente, el ministro de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos dispuso que los gendarmes regresen. Ayer se instalaron cinco puestos nuevamente en las entradas más “sensibles”. “Se controla a los peatones y vehículos. Todos los días nos encontramos con casos de gente armada y con droga, y damos intervención a la Justicia”, dijo una fuente de Gendarmería. En cada puesto hay tres efectivos, que se van rotando para evitar la “contaminación del personal”.




“La gente se preocupa por la seguridad. Adentro de la villa están asustados. Aun estando Gendarmería, había peleas entre grupos. Anoche mataron a un chico de 17 años”, relata el sacerdote Emilio Gabrielli mientras ofrece un mate. En la escuela reciben llamados de las mamás avisando que no van a mandar a sus hijos a clase porque escuchan tiroteos y no los quieren dejar salir de sus casas. La mayoría de las 30 hectáreas de la villa, en las que viven 12 mil personas, no están urbanizadas. Posse cree que la geografía del lugar la convierte en un aguantadero para delincuentes. Lo cierto es que allí viven hacinadas muchas familias en construcciones precarias. “Desde afuera no se logra calibrar la violencia que se vive adentro. Se piensa la seguridad como para cuidarnos de La Cava y no para cuidar a La Cava. El buen vecino está desprotegido. La seguridad empieza desde adentro”, sostiene el cura. La gente de la zona sufre el robo de celulares, televisor, bicicletas.



“La delincuencia es más dura entre los adolescentes adictos. Yo apuesto a que en esta nueva etapa de la Gendarmería haya más presencia interna preocupándose no sólo por los de afuera”, sostiene Gabrielli, quien dice: “El problema de la violencia en la villa no se soluciona si no se encara el tema de la droga”.



El mismo día que asesinaron al ingeniero en Acassuso, una banda mató a un chico de 17 años en La Cava. “Había estado preso. Llegamos tarde como institución”, se lamenta el cura. “Acá hay mucha gente buena. Seguro no se está en ningún lado”, dice Virginia Delgado, junto a sus nietos, mientras toma mate. Roxana y Elizabeth están cuidando a todos los nenes de la familia mientras hacen tortas fritas. “Con la Gendarmería estaba más tranquila. Tiros hubo siempre, pero ahora peor que antes”, dice Roxana. Los vecinos de la villa también están organizando una manifestación para mañana para reclamar seguridad porque sostienen: “La Cava está dentro de San Isidro, no es otro planeta”.



La experiencia de Fuerte Apache



Las patrullas de Gendarmería Nacional también custodian Fuerte Apache. Más de 500 hombres con casco, chalecos antibalas y fusiles llegaron a la tierra del futbolista Carlos Tevez el 14 de noviembre de 2003. Les habían encomendado la misión de terminar con la inseguridad en tres meses. “En esa época había 250 denuncias por mes. Ahora esa cifra disminuyó más de un 100%”, según fuentes de Gendarmería Nacional. Fuerte Apache supo ser guarida de pesos pesados del delito, entre ellos La Garza Sosa y el Gordo Valor, líderes de la superbanda que robaba camiones blindados.



“Sin Gendarmería volverá la ola de robos y crímenes”, afirmó un grupo de vecinos que juntó más de cuatro mil firmas para que los gendarmes se quedaran. Néstor Kirchner, por entonces presidente, accedió al pedido y ordenó dejarlos como custodia.

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